Cuando hace unas semanas recibí por mail la confirmación de mi VISA para ingresar a Estados Unidos y poder, finalmente, reunirme con mi esposa empezó un “proceso” novedoso: irse de Buenos Aires. Exactamente hablo de mudarme, no de irme de vacaciones. De todos modos, estimo que ya había comenzado hace mucho más. Ese mail activó algo que hasta ese momento no sentía. Realmente me iría de lo cotidiano, de la rutina, de mi trabajo, mi familia y amigos. Empezaba a irme de esa vida. Todavía hoy me es difícil poner una sola palabra para describir mis sensaciones. Porque había algo de alegría, algo de miedo, algo de ansiedad, algo de incertidumbre y hasta algo de hartazgo. Trámites, reuniones, visitas al médico, juntadas con amigos y familiares, dejar ordenadas cosas del trabajo, desarmar la casa, más trámites. Recuerdo que durante esos días sentía que no me daría el tiempo para todo antes de irme.
Y un día me fui y el tiempo me dio para todo. Mi familia me acompañó a Ezeiza. Lloramos, nos despedimos y me subí al avión sin darme cuenta del todo que estaba dando un gran paso en mi vida. Estaba saliendo de mi barrio, de mi ciudad, de mi entorno seguro. Estaba saliendo de mi zona de confort. Una que me había construido muy bien, con buenos cimientos.
Aterricé en Houston y burocracias de por medio (más algunas largas escalas y perder mi combie desde el aeropuerto de Phoenix) finalmente llegué a Flagstaff. Emi estaba esperándome y ahí en ese momento, cuando nos encontramos de vuelta, terminó el proceso que había empezado un mes y medio antes. Y si bien ya estaba en suelo estadounidense hace varias horas, recién ahí, sentí estar en un lugar nuevo. Lo que vino después ya es parte del nuevo proceso: la llegada. Y en cierto sentido fue parecido al irse. No es algo que se puede medir en un fracción de tiempo pequeña. Ni siquiera le toma el mismo tiempo a personas diferentes. En mi caso llevó varios días e implicó acostumbrarme al idioma, a las nuevas leyes de tránsito, a la cultura; hacer trámites (otra vez), recuperar con Emi un poco del tiempo perdido durante estos meses, mudarnos a nuestra nueva casa, ponerla linda y sentirla propia. Seguramente hubo mucho más en mi interior pero no me detuve a pensarlo o escribirlo (ni busqué hacerlo).
Hoy, habiendo pasado casi un mes desde que llegué, puedo decir que la llegada ya terminó. Ya vendrán nuevos procesos. Ahora toca disfrutar este nuevo tiempo, este nuevo lugar.
Te deseo lo mejor en esta etapa de tu de tu vida Fede!!! La experiencia de ser inmigrante es una de las más enriquecedoras por todo lo que eso mismo conlleva! Ya llevas la etiqueta. Nunca mas serás el mismo que eras. Te quiero mucho! Abrazos