El otro día leía que Albert Einstein alguna vez se preguntó «¿Por qué las mejores ideas me surgen en la ducha?». Esto me quedó dando vueltas en la cabeza y seguro que a todos nos pasó algo parecido alguna vez.
Durante algunos años mi momento de pensar lo tenía caminando. Solía irme a un barrio cerca de mi casa donde no había mucho tránsito de autos, las casas eran bajas y el sol se podía asomar tranquilo sin edificios que lo tapen. Me servía mucho salir por esas calles principalmente para pensar… y nada más. No buscaba iluminarme, sino simplemente dejar salir las ideas.
Desde hace 4 o 5 años cambié la caminata por las salidas en bicicleta. Creo que en gran medida fue al casual. Luego de una operación de mi rodilla (ligamentos cruzados… laaaarga recuperación) el primer ejercicio que me recomendó el médico antes de volver a correr o jugar al fútbol fue salir a andar en bici. Y yo mientras me lo decía pensaba: “Si, pero yo no se andar… y menos lo haría por la ciudad”. Pero esta vez, y la primera en mi vida, si tuve ganas de aprender. Y como con todo lo nuevo, me entusiasmé arreglé una bici medio vieja y me mandé primero por las veredas, después por las bicisendas y en algún momento le perdí el miedo a la calle también. El gusto por lo nuevo no se pasó y poco a poco fui descubriendo un nuevo placer. Cambie la bici vieja por una nueva. Empecé a salir más seguido y luego me tomé el habito de hacerlo por las mañanas, bien temprano antes de salir a trabajar. Y así sin buscarlo esa rutina se convirtió en mi nueva “válvula de escape”. Mi días empezaban distinto. Muchas veces solo pensaba en que debía hacer ese día. Otras se me ocurrían nuevas ideas para algún proyecto. Otras charlaba con mi yo interior o hasta con alguien a quien debía decirle algo y no lo había hecho antes. Empezó a ser en una necesidad y ver los amaneceres se convirtió en una nueva motivación.
Los que me conocen sabrán que disfruto mucho de estar afuera. Más específicamente afuera de la ciudad y como lugar predilecto la montaña. Allí encuentro cosas que en una ciudad como Bueno Aires no hay. Con esto no estoy descubriendo la pólvora, ya lo sé. Pero se exactamente que es lo que encuentro allá, qué me significa estar ahí y cuanto bien me hace. A veces hacer tantos kilómetros no me es posible: dinero, tiempo, compromisos, etc. Pero entonces me busco alternativas. Caminar por la playa, irme al Tigre, caminar por algún parque cerca de mi casa o salir a caminar por alguna parte de la ciudad que no conozco. No hace falta irse a miles de kilómetros de distancia. No importa dónde sea, pero tengo en claro cuáles son estos lugares donde me conecto conmigo, donde descanso la cabeza y me permito pensar libremente. Busco poder ir a ellos y a veces, resigno otras cosas para hacerlo.
Y vos ¿Sabés cuales son tus lugares para pensar? ¿Buscás ir a ellos? ¿Hace cuánto que no vas? Yo, por ejemplo, salí ayer a andar con mi bici y se me ocurrió escribir sobre esto en el blog.